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En el marxismo nada hay que se parezca al «sectarismo», en el sentido de que sea una doctrina fanática, petrificada, surgida al margen del camino real del desarrollo de la civilización mundial. Al contrario, esta doctrina surgió como la continuación directa e inmediata de la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés.
Filosofía alemana
La filosofía del marxismo es el materialismo, que a lo largo de toda la historia moderna de Europa, y en especial en Francia a fines del siglo XVIII, se mostró como la única filosofía consecuente, fiel a todo lo que enseñan las ciencias naturales, hostil a la superstición, etc.
Marx, sin embargo, no se detuvo en el materialismo del siglo XVIII, sino que lo enriqueció con los logros de la filosofía clásica alemana, en especial con el sistema de Hegel, que, a su vez, había conducido al materialismo de Feuerbach. El principal de estos logros es la dialéctica, es decir, la doctrina que nos da un reflejo de la materia en constante desarrollo. Marx profundizó y desarrolló totalmente el materialismo filosófico, e hizo extensivo el conocimiento de la naturaleza al conocimiento de la sociedad humana. El materialismo histórico de Marx es una enorme conquista del pensamiento científico que muestra cómo, en virtud del desarrollo de las fuerzas productivas de un sistema de vida social, surge otro más elevado; cómo del feudalismo, por ejemplo, nace el capitalismo. El régimen económico es la base sobre la cual se erige la superestructura política.
Todo esto se explica con mayor profundidad en Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico, de Stalin.
Economía política inglesa
La obra principal de Marx, El Capital, está consagrada al estudio del régimen económico de la sociedad moderna, es decir, la capitalista. La economía política clásica anterior a Marx surgió en Inglaterra, el país capitalista más desarrollado. Adam Smith y David Ricardo, en sus investigaciones del régimen económico, sentaron las bases de la teoría del valor por el trabajo. Marx prosiguió su obra; demostró estrictamente esa teoría y la desarrolló consecuentemente; mostró que el valor de toda mercancía está determinado por la cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en su producción.
Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre objetos (cambio de unas mercancías por otras), Marx descubrió relaciones entre personas. El cambio de mercancías expresa el vínculo establecido a través del mercado entre los distintos productores. El dinero, al unir indisolublemente en un todo único la vida económica íntegra de los productores aislados, indica que este vínculo se hace cada vez más estrecho. El capital significa un desarrollo ulterior de este vínculo: la fuerza de trabajo del hombre se trasforma en mercancía. El obrero asalariado vende su fuerza de trabajo al propietario de los medios de producción; emplea una parte de la jornada de trabajo en cubrir el costo de su sustento y el de su familia (salario), y durante la otra parte de la jornada trabaja gratis, creando para la clase capitalista la plusvalía, fuente de la riqueza de ésta.
Socialismo francés
Cuando fue derrocado el feudalismo y surgió en el mundo la «libre» sociedad capitalista, en seguida se puso de manifiesto que esa libertad representaba un nuevo sistema de opresión y explotación del pueblo trabajador. Como reflejo de esa opresión y como protesta contra ella, aparecieron inmediatamente diversas doctrinas socialistas. Pero el socialismo originario era un socialismo utópico, que no podía explicar la verdadera naturaleza de la esclavitud asalariada bajo el capitalismo, ni descubrir las leyes del desarrollo capitalista, ni señalar qué fuerza social está en condiciones de convertirse en creadora de una nueva sociedad.
Entretanto, las tormentosas revoluciones que en toda Europa, y especialmente en Francia, acompañaron la caída del feudalismo, de la servidumbre, revelaban en forma cada vez más palpable que la base de todo desarrollo y su fuerza motriz era la lucha de clases. El genio de Marx está en haber sido el primero en deducir de ello la conclusión que enseña la historia del mundo y en aplicar consecuentemente esas lecciones.
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