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Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico (Stalin, 1938)

Texto original aquí.

El materialismo dialéctico es la concepción del mundo del Partido marxista-leninista. Llámase así porque su modo de abordar los fenómenos de la naturaleza, su método de estudiarlos y de concebirlos, es dialéctico, y su interpretación de los fenómenos de la naturaleza, su modo de enfocarlos, su teoría, materialista.

El materialismo histórico es la extensión de los principios del materialismo dialéctico al estudio de la vida social, la aplicación de los principios del materialismo dialéctico a los fenómenos de la vida de la sociedad, al estudio de ésta y de su historia. 

Caracterizando su método dialéctico, Marx y Engels se remiten generalmente a Hegel, como al filósofo que formuló los rasgos fundamentales de la dialéctica. Pero de ésta sólo tomaron su «médula racional», desechando la corteza idealista hegeliana y desarrollando la dialéctica.

En la caracterización de su materialismo, Marx y Engels se remiten generalmente a Feuerbach, como al filósofo que restauró en sus derechos al materialismo. Pero de éste sólo tomaron su «médula esencial», desarrollándola hasta convertirla en la teoría científico-filosófica del materialismo y desechando su escoria idealista y ético-religiosa.

La palabra dialéctica viene del griego «dialego», que quiere decir diálogo o polémica. Los antiguos entendían por dialéctica el arte de descubrir la verdad poniendo de manifiesto las contradicciones en la argumentación del adversario y superándolas. Este modo dialéctico de pensar, que más tarde se hizo extensivo a los fenómenos naturales, se convirtió en el método dialéctico de conocimiento de la naturaleza, consistente en considerar los fenómenos naturales en perpetuo movimiento y cambio, y el desarrollo de la naturaleza como el resultado del desarrollo de las contradicciones existentes en ésta.

La dialéctica es, en su base, todo lo contrario de la metafísica. El método dialéctico marxista se caracteriza por los siguientes rasgos fundamentales:

  • Considera la naturaleza como un todo articulado y único, en el que los objetos y los fenómenos se hallan orgánicamente vinculados unos a otros, dependen unos de otros y se condicionan los unos a los otros. Así, si en el mundo no existen fenómenos aislados, es evidente que todo régimen social y todo movimiento social que aparece en la historia debe ser considerado, no desde el punto de vista de la «justicia eterna» o de cualquier otra idea preconcebida, sino desde el punto de vista de las condiciones que han engendrado este régimen y este movimiento social, y a los cuales se hallan vinculados.
  • Considera la naturaleza como algo sujeto a perenne movimiento y a cambio constante, como algo que se renueva y se desarrolla incesantemente y donde hay siempre algo que nace y se desarrolla y algo que muere y caduca. Así, si el mundo se halla en incesante movimiento y desarrollo y si la ley de este desarrollo es la extinción de lo viejo y el crecimiento de lo nuevo, es evidente que ya no puede haber ningún régimen social «inconmovible», ni pueden existir los «principios eternos» de la propiedad privada y la explotación.
  • Examina el proceso de desarrollo como un proceso en que se pasa de los cambios cuantitativos insignificantes y ocultos a los cambios manifiestos, a los cambios radicales, a los cambios cualitativos; en que éstos se producen, no de modo gradual, sino rápido y súbitamente, en forma de saltos de un estado de cosas a otro, y no de un modo casual, sino con arreglo a leyes, como resultado de la acumulación de una serie de cambios cuantitativos inadvertidos y graduales. Así, si el tránsito de los lentos cambios cuantitativos a los rápidos y súbitos cambios cualitativos constituye una ley del desarrollo, es evidente que las transformaciones revolucionarias llevadas a cabo por las clases oprimidas representan un fenómeno absolutamente natural e inevitable. Esto quiere decir que el paso del capitalismo al socialismo y la liberación de la clase obrera del yugo capitalista no puede realizarse por medio de cambios lentos, por medio de reformas, sino sólo mediante la transformación cualitativa del régimen capitalista, es decir, mediante la revolución.
  • Parte del criterio de que los objetos y los fenómenos de la naturaleza llevan siempre implícitas contradicciones internas; del criterio de que la lucha entre estos lados contrapuestos forma el contenido interno del proceso de desarrollo, el contenido interno de la transformación de los cambios cuantitativos en cambios cualitativos. Así, si el proceso de desarrollo es un proceso de revelación de contradicciones internas, un proceso de choques entre fuerzas contrapuestas sobre la base de estas contradicciones y con el fin de superarlas, es evidente que la lucha de clases del proletariado constituye un fenómeno perfectamente natural e inevitable. Esto quiere decir que lo que hay que hacer no es disimular las contradicciones del régimen capitalista, sino ponerlas al desnudo y desplegarlas en toda su extensión, no es apagar la lucha de clases, sino llevarla a cabo hasta el fin. Esto quiere decir que hay que mantener una política proletaria, de clase, intransigente, y no una política reformista, de armonía de intereses entre el proletariado y la burguesía, una política conciliadora de «integración gradual» del capitalismo en el socialismo.
Por lo que se refiere al materialismo filosófico marxista, es en su base lo opuesto al idealismo filosófico. Se caracteriza por los siguientes rasgos fundamentales:
  • Parte del criterio de que el mundo es, por su naturaleza, algo material; de que los múltiples y variados fenómenos del mundo constituyen diversas formas y modalidades de la materia en movimiento; de que los vínculos mutuos y las relaciones de interdependencia entre los fenómenos son las leyes con arreglo a las cuales se desarrolla la materia en movimiento; de que el mundo se desarrolla con arreglo a las leyes que rigen el movimiento de la materia, sin necesidad de ningún «espíritu universal».
  • Parte del criterio de que la materia, la naturaleza, el ser, es una realidad objetiva, que existe fuera de nuestra conciencia e independientemente de ella; de que la materia es lo primario, ya que constituye la fuente de la que se derivan las sensaciones, las percepciones y la conciencia, y la conciencia lo secundario, lo derivado, ya que es la imagen refleja de la materia, la imagen refleja del ser; de que el pensamiento es un producto de la materia que ha llegado a un alto grado de perfección en su desarrollo, y más concretamente, un producto del cerebro, y éste el órgano del pensamiento, y de que, por tanto, no cabe separar el pensamiento de la materia.
  • Parte del principio de que el mundo y las leyes por que se rige son perfectamente cognoscibles, de que nuestros conocimientos acerca de las leyes de la naturaleza, comprobados por la experiencia, por la práctica, son conocimientos veraces, que tienen el valor de verdades objetivas, de que en el mundo no hay cosas incognoscibles, sino simplemente aún no conocidas.
Si la conexión entre los fenómenos de la naturaleza y su interdependencia representan las leyes por las que se rige el desarrollo de la naturaleza, de esto se deduce que la conexión e interdependencia de los fenómenos de la vida social representan también no algo fortuito, sino las leyes por las que se rige el desarrollo de la sociedad. Esto quiere decir que el estudio de la historia de la sociedad adquiere categoría de ciencia. Esto quiere decir que la actuación práctica del Partido del proletariado debe basarse, no en los buenos deseos de las «ilustres personalidades», no en los postulados de la «razón», de la «moral universal», etc., sino en las leyes del desarrollo de la sociedad y en el estudio de éstas.

Si el mundo es cognoscible, y nuestros conocimientos acerca de las leyes que rigen el desarrollo de la naturaleza son conocimientos veraces, que tienen el valor de verdades objetivas, esto quiere decir que también la vida social, el desarrollo de la sociedad, son susceptibles de ser conocidos; y que los datos que nos brinda la ciencia sobre las leyes del desarrollo de la sociedad son datos veraces, que tienen el valor de verdades objetivas. Esto quiere decir que la ciencia que estudia la historia de la sociedad puede adquirir la misma precisión que la biología, por ejemplo, ofreciéndonos la posibilidad de dar una aplicación práctica a las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad. Esto quiere decir que, en su actuación práctica, el Partido del proletariado debe guiarse por las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad y por las conclusiones prácticas que de ellas se derivan. Esto quiere decir que el socialismo deja de ser un sueño acerca de un futuro mejor de la humanidad, para convertirse en una ciencia.

Si la naturaleza, el ser, el mundo material es lo primario, y la conciencia, el pensamiento, lo secundario, lo derivado; si el mundo material constituye la realidad objetiva, que existe independientemente de la conciencia del hombre, y la conciencia es la imagen refleja de esta realidad objetiva, de aquí se deduce que la vida material de la sociedad, el ser social, es también lo primario y su vida espiritual, lo secundario, lo derivado; que la vida material de la sociedad es la realidad objetiva, que existe independientemente de la voluntad de los hombres, y la vida espiritual de la sociedad el reflejo de esta realidad objetiva, el reflejo del ser. Según sean las condiciones de existencia de la sociedad, las condiciones en que se desenvuelve su vida material, así son sus ideas, sus teorías, sus concepciones e instituciones políticas. Esto quiere decir que, en política, el Partido del proletariado debe tomar como punto de partida para su actuación, no los «principios» abstractos de la «razón humana», sino las condiciones concretas de la vida material de la sociedad, que constituyen la fuerza decisiva del desarrollo social; no los buenos deseos de los «grandes hombres», sino las exigencias reales impuestas por el desarrollo de la vida material de la sociedad.

El materialismo histórico

¿Qué se entiende, desde el punto de vista del materialismo histórico, por «condiciones de vida material de la sociedad», que son las que determinan, en última instancia, la fisonomía de la sociedad, sus ideas, sus concepciones, instituciones políticas, etc.? ¿Cuáles son, y cuáles son sus rasgos característicos?

¿No será, acaso, el medio geográfico el factor fundamental que determina la fisonomía de la sociedad, el carácter del régimen social de los hombres, la transición de un régimen a otro? El materialismo histórico contesta negativamente a esta pregunta. En el transcurso de tres mil años, Europa vio desaparecer tres regímenes sociales, y en la parte oriental de Europa, en la U.R.S.S., fenecieron cuatro. Pues bien; durante este tiempo, las condiciones geográficas de Europa o no sufrieron cambio alguno, o, si sufrieron alguno, fue tan leve, que la Geografía no cree que merece la pena registrarlo.

¿No será, acaso, el desarrollo de la poblaciónEl materialismo histórico contesta negativamente también a esta pregunta. Si el crecimiento de la población fuese el factor determinante del desarrollo social, a una mayor densidad de población tendría que corresponder forzosamente, en la práctica, un tipo proporcionalmente más elevado de régimen social. Pero, en realidad, no ocurre así. La densidad de la población de China es cuatro veces mayor que la de los Estados Unidos, a pesar de lo cual los Estados Unidos ocupan un lugar más elevado que China en lo que a desarrollo social se refiere, pues mientras que en China sigue imperando el régimen semifeudal, los Estados Unidos hace ya mucho tiempo que han llegado a la fase culminante del desarrollo del capitalismo. La densidad de población de Bélgica es 19 veces mayor que la de los Estados Unidos y 26 veces mayor que la de la U.R.S.S., y sin embargo, Norteamérica sobrepasa a Bélgica en lo tocante a su desarrollo social, y la U.R.S.S. le lleva de ventaja toda una época histórica, pues mientras que en Bélgica impera el régimen capitalista, la U.R.S.S. ha liquidado ya el capitalismo e instaurado el régimen socialista.

¿Cuál es, pues, dentro del sistema de las condiciones de vida material de la sociedad, el factor cardinal que determina la fisonomía de aquélla, el carácter del régimen social, el paso de la sociedad de un régimen a otro?

Este factor es, según el materialismo histórico, el modo de obtención de los medios de vida necesarios para la existencia del hombre, el modo de producción de los bienes materiales. Para vivir, el hombre necesita alimentos, vestido, calzado, vivienda, combustible, etc.; para tener estos bienes materiales, ha de producirlos y para poder producirlos necesita disponer de instrumentos de producción. Instrumentos de producción con ayuda de los cuales se producen los bienes materiales, y hombres que los manejan y efectúan la producción de los bienes materiales, por tener una cierta experiencia productiva y hábitos de trabajo: tales son los elementos que, en conjunto, forman las fuerzas productivas de la sociedad.

Pero las fuerzas productivas no son más que uno de los aspectos de la producción, uno de los aspectos del modo de producción. El otro lo constituyen las relaciones de unos hombres con otros dentro del proceso de la producción, las relaciones de producción entre los hombres. Los hombres no luchan con la naturaleza y no la utilizan para la producción de bienes materiales aisladamente, desligados unos de otros, sino juntos, en grupos, en sociedades. Por eso, la producción es siempre y bajo condiciones cualesquiera una producción social. Al efectuar la producción de los bienes materiales, los hombres establecen entre sí, dentro de la producción, tales o cuales relaciones mutuas, tales o cuales relaciones de producción. Éstas pueden ser relaciones de colaboración y ayuda mutua entre hombres libres de toda explotación, relaciones de dominio y subordinación o, por último, relaciones de transición entre una forma de relaciones de producción y otra.

La primera característica de la producción es que cambia y se desarrolla constantemente, con la particularidad de que estos cambios ocurridos en el modo de producción provocan inevitablemente el cambio de todo el régimen social, de las ideas sociales, de las concepciones e instituciones políticas, provocan la reorganización de todo el sistema social y político. Esto significa que la historia del desarrollo de la sociedad es, ante todo, la historia de los modos de producción que se suceden unos a otros a lo largo de los siglos. Esto quiere decir que la clave para el estudio de las leyes de la historia de la sociedad no hay que buscarla en las cabezas de los hombres, en las ideas y concepciones de la sociedad, sino en el modo de producción aplicado por la sociedad en cada uno de sus períodos históricos.

La segunda característica de la producción consiste en que sus cambios y su desarrollo arrancan siempre de los cambios y del desarrollo de las fuerzas productivas, y, ante todo, de los que afectan a los instrumentos de producción. Las fuerzas productivas son, por tanto, el elemento más dinámico y más revolucionario de la producción. Son, además, el elemento determinante de su desarrollo.

Al principio, cambian y se desarrollan las fuerzas productivas de la sociedad y luego, en dependencia con estos cambios y en consonancia con ellos, cambian las relaciones de producción entre los hombres, sus relaciones económicas. Sin embargo, esto no quiere decir que las relaciones de producción no influyan sobre el desarrollo de las fuerzas productivas y que éstas no dependan de aquéllas. Las relaciones de producción, aunque su desarrollo dependa del de las fuerzas productivas, actúan a su vez sobre el desarrollo de éstas, acelerándolo o amortiguándolo.

A este propósito conviene advertir que las relaciones de producción no pueden quedarse por un tiempo demasiado largo rezagadas de las fuerzas productivas al crecer éstas, ni hallarse en contradicción con ellas, ya que las fuerzas productivas sólo pueden desarrollarse plenamente cuando las relaciones de producción están en armonía con el carácter y el estado de progreso de dichas fuerzas productivas y dan curso libre al desarrollo de éstas. En otro caso, nos encontraríamos ante una ruptura radical de la unidad entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción dentro del sistema de ésta, ante un desconyuntamiento de la producción en bloque, ante una crisis de producción, ante la destrucción de las fuerzas productivas.

Un ejemplo de desarmonía entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas lo tenemos en las crisis económicas de los países capitalistas, donde la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción está en violenta discordancia con el carácter social del proceso de producción, con el carácter de las fuerzas productivas. Resultado de esta discordancia son las crisis económicas, que conducen a la destrucción de las fuerzas productivas; y esta discordancia constituye, de por sí, la base económica de la revolución social, cuya misión consiste en destruir las relaciones de producción existentes y crear otras nuevas, que correspondan al carácter de las fuerzas productivas.

Si el estado de las fuerzas productivas responde a la pregunta de con qué instrumentos de producción crean los hombres los bienes materiales que les son necesarios, el estado de las relaciones de producción responde ya a otra pregunta: ¿en poder de quién están los medios de producción, a disposición de quién se hallan los medios de producción: a disposición de toda la sociedad, o a disposición de determinados individuos, grupos o clases que los emplean para explotar a otros individuos, grupos o clases?

La historia conoce cinco tipos fundamentales de relaciones de producción: el comunismo primitivo, la esclavitud, el feudalismo, el capitalismo y el socialismo.

Bajo el régimen del comunismo primitivo, la base de las relaciones de producción es la propiedad social sobre los medios de producción. Esto, en sustancia, corresponde al carácter de las fuerzas productivas durante este período. Las herramientas de piedra y el arco y la flecha, que aparecen más tarde, excluían la posibilidad de luchar aisladamente contra las fuerzas de la naturaleza y contra las bestias feroces. Si no querían morir de hambre, ser devorados por las fieras o sucumbir a manos de las tribus vecinas, los hombres de aquella época veíanse obligados a trabajar en común, y así era como recogían los frutos en el bosque, como organizaban la pesca, como construían sus viviendas, etc. El trabajo en común condujo a la propiedad en común sobre los instrumentos de producción, al igual que sobre los productos. Aún no había surgido la idea de la propiedad privada sobre los medios de producción, exceptuando la propiedad personal de ciertas herramientas, que al mismo tiempo que herramientas de trabajo eran armas de defensa contra las bestias feroces No existía aún explotación, no existían clases.

Bajo el régimen de la esclavitud, la base de las relaciones de producción es la propiedad del esclavista sobre los medios de producción, así como también sobre los mismos productores, los esclavos, a quienes el esclavista podía vender, comprar y matar, como ganado. Estas relaciones de producción se hallan, fundamentalmente, en consonancia con el estado de las fuerzas productivas durante este período. Ahora, en vez de herramientas de piedra, el hombre dispone ya de herramientas de metal. En vez de aquella mísera economía primitiva basada en la caza, aparecen la ganadería, la agricultura, los oficios artesanos y la división del trabajo entre estas diversas ramas de producción; aparecen la posibilidad de efectuar un intercambio de productos entre los distintos individuos y las distintas sociedades y la posibilidad de acumular riquezas en manos de unas cuantas personas; se produce, en efecto, una acumulación de medios de producción en manos de una minoría y surge la posibilidad de que esta minoría sojuzgue a la mayoría y convierta a sus componentes en esclavos. Ya no existe el trabajo libre y en común de todos los miembros de la sociedad dentro del proceso de la producción, sino que impera el trabajo forzado de los esclavos, explotados por los esclavistas, que no trabajan. No existen tampoco, por tanto, propiedad social sobre los medios de producción, ni sobre los productos. La propiedad social es sustituida por la propiedad privada. El esclavista es el primero y fundamental propietario con plenitud de derechos.

Bajo el régimen feudal, la base de las relaciones de producción es la propiedad del señor feudal sobre los medios de producción y su propiedad parcial sobre los productores, sobre los siervos, a quienes ya no puede matar, pero a quienes sí puede comprar y vender. A la par con la propiedad feudal existe la propiedad individual del campesino y del artesano sobre los instrumentos de producción y sobre su economía privada, basada en el trabajo personal. Estas relaciones de producción se hallan, fundamentalmente, en consonancia con el estado de las fuerzas productivas durante este período. El perfeccionamiento progresivo de la fundición y elaboración del hierro, la difusión del arado de hierro y del telar, los progresos de la agricultura, de la horticultura, de la vinicultura y de la fabricación del aceite, la aparición de las primeras manufacturas junto a los talleres de los artesanos: tales son los rasgos característicos del estado de las fuerzas productivas durante este período.

Las nuevas fuerzas productivas exigen que se deje al trabajador cierta iniciativa en la producción, que sienta cierta inclinación al trabajo y se halle interesado en él. Por eso, el señor feudal prescinde de los esclavos, que no sienten ningún interés por su trabajo ni ponen en él la menor iniciativa y prefiere entendérselas con los siervos, que tienen su propia economía y sus herramientas propias y se hallan interesados por el trabajo en cierto grado, en la medida necesaria para trabajar la tierra y pagar al señor en especie, con una parte de la cosecha.

Durante este período, la propiedad privada hace nuevos progresos. La explotación sigue siendo casi tan rapaz como bajo la esclavitud, aunque un poco suavizada. La lucha de clases entre los explotadores y los explotados es el rasgo fundamental del feudalismo.

Bajo el régimen capitalista, la base de las relaciones de producción es la propiedad capitalista sobre los medios de producción y la inexistencia de propiedad sobre los productores, obreros asalariados, a quienes el capitalista no puede matar ni vender, pues se hallan exentos de los vínculos de sujeción personal, pero que carecen de medios de producción, por lo cual, para no morirse de hambre, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo al capitalista y a doblar la cerviz al yugo de la explotación. A la par con la propiedad capitalista sobre los medios de producción, existe y se halla en los primeros tiempos muy generalizada la propiedad privada del campesino y del artesano, libres de la servidumbre, sobre sus medios de producción, propiedad privada que está basada en el trabajo personal. En lugar de los talleres de los artesanos y de las manufacturas, surgen las grandes fábricas y empresas dotadas de maquinaria. En lugar de las haciendas de los nobles, cultivadas con los primitivos instrumentos campesinos de producción, aparecen las grandes explotaciones agrícolas capitalistas, montadas a base de la técnica agraria y dotadas de maquinaria agrícola.

Pero, después de desarrollar las fuerzas productivas en proporciones gigantescas, el capitalismo se enreda en contradicciones insolubles para él. Al producir cada vez más mercancías y hacer bajar cada vez más sus precios, el capitalismo agudiza la competencia, arruina a una masa de pequeños y medianos propietarios, los convierte en proletarios y rebaja su poder adquisitivo, con lo cual se hace imposible la venta de las mercancías producidas. Al dilatar la producción y concentrar en enormes fábricas y empresas industriales a millones de obreros, el capitalismo da al proceso de producción un carácter social y va minando con ello su propia base, ya que el carácter social del proceso de producción reclama la propiedad social sobre los medios de producción. Esto quiere decir que las relaciones capitalistas de producción ya no están en consonancia con el estado de las fuerzas productivas de la sociedad, sino que se hallan en irreductible contradicción con ellas.

La tercera característica de la producción consiste en que las nuevas fuerzas productivas y las nuevas relaciones de producción congruentes con ellas no surgen desligadas del viejo régimen, después de desaparecer éste, sino que se forman en el seno de él; se forman no como fruto de la acción premeditada y consciente del hombre, sino de un modo espontáneo, inconsciente, e independientemente de la voluntad de los hombres. Se forman así por dos razones.

En primer lugar, porque los hombres no son libres para elegir tal o cual modo de producción, pues cada nueva generación, al entrar en la vida, se encuentra ya con un sistema establecido de fuerzas productivas y relaciones de producción, como fruto del trabajo de las pasadas generaciones, en vista de lo cual, si quiere tener la posibilidad de producir bienes materiales, no tiene, en los primeros tiempos, más remedio que aceptar el estado de cosas con que se encuentra dentro del campo de la producción y adaptarse a él.

En segundo lugar, porque, cuando perfecciona este o el otro instrumento de producción, este o el otro elemento de las fuerzas productivas, el hombre no sabe, no comprende, ni se le ocurre siquiera pensar en ello, qué consecuencias sociales puede acarrear su innovación, sino que piensa única y exclusivamente en su interés inmediato, en facilitar su trabajo y en obtener algún provecho inmediato y tangible.

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