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Samurai Champloo (2004)

Contexto histórico

En un principio, ni se me había pasado por la cabeza dedicar más de un par de líneas a la contextualización histórica de este anime, pero, después de haber invertido todo un día en lecturas redundantes y desordenadas en lo que respecta al pasado del país nipón, creo que un desarrollo algo profundo de su historia ayuda en gran medida a un entendimiento menos superficial de Samurai Champloo. Bibliografía: Wikipedia, unos pocos blogs y este hilo de Twitter —el público ríe—.

Así pues, vamos con los sogunatos (en japonés, bakufu), que son los gobiernos militares establecidos en Japón con breves interrupciones entre finales del siglo XII hasta la Restauración Meiji de 1868. Existieron tres: el sogunato Kamakura (1192-1333), el sogunato Ashikaga (1336-1573) y el sogunato Tokugawa (1603-1868). El segundo se sitúa en el período Muromachi o era Ashikaga, y comprende, a su vez, dos grandes períodos: la era Nanbokuchō (1336-1392) y la era Sengoku (1467- 1568). El sogunato Tokugawa, por su parte, se sitúa en el período Edo, intervalo temporal en que se ambienta Samurai Champloo. Es por ello que su análisis resulta de especial relevancia.

El sogunato Tokugawa se instaura como resultado de la batalla de Sekigahara (21 de octubre de 1600), conflicto que enfrentó a los ejércitos de las dos principales facciones del país: la de Toyotomi Hideyori y la de Tokugawa Ieyasu, uno de los daimios más prominentes del país.

Como se puede deducir por el nombre del sogunato que viene, Tokugawa y su «Ejército del Este» resultan victoriosos. Tres años más tarde, obtiene el título de sogún y establece un gobierno militar, iniciándose así el período Edo. También en 1603 se instala la sede del gobierno en la pequeña ciudad de Edo —hoy Tokio—; el poder imperial se establecería en Kioto. Ieyasu afianza su poder mediante el estricto control sobre otros daimios y garantiza su linaje haciendo hereditaria la función del sogún. Entre diciembre de 1614 y junio de 1615 extermina a los Toyotomi en Osaka, donde se encontraba su fortaleza.

A todo esto, «sogunato» viene de sogún, título que era concedido directamente por el emperador y que, literalmente, significa «comandante del ejército». Convertido en general en jefe de las fuerzas armadas de Japón, el sogún tenía el poder militar y político del país; mientras que al emperador le fueron asignados poder espiritual y religioso. A continuación, se mencionan algunos de los rasgos más característicos del sogunato Tokugawa.

Sociedad

En líneas generales, la sociedad japonesa se dividía en cuatro estamentos; a saber: los guerreros (sógunes, daimios y samuráis), los agricultores, los artesanos y los comerciantes.

En lo que va de explicación ya se ha mencionado un par de veces el término de daimio, que supongo que os dirá entre poco y nada. A continuación, pues, se pasará a darle algo más de forma a este concepto, así como al de samurái, que quizás sea incluso más práctico de tratar de cara a afrontar Samurai Champloo.

Dentro de la historia nipona, el daimio (literalmente, «gran nombre») fue el soberano feudal más poderoso desde el siglo X al siglo XIX. Antes del sogunato Tokugawa, un daimio era un caudillo al mando de un ejército que gobernaba grandes extensiones de tierra. Reclamaba y mantenía la autoridad sobre ellas defendiéndolas de invasores o competidores, unificando las máximas posibles bajo su autoridad. Muchos de los daimios ejercían independencia fiscal, regulaban o administraban actividades comerciales dentro de sus dominios y realizaban catastros propios.

Ya en el Período Edo, el término «daimio» se estandarizó: se refería a un emisario directo del sogún cuyo han (feudo) era de entre 10 000 y 1 025 000 koku, siendo el koku una unidad de volumen utilizada antiguamente en Japón; originalmente, fue definido como la cantidad de arroz teóricamente necesaria para alimentar a una persona durante un año. En aquel período, existían alrededor de 200 daimios. Estaban atados al sogún por un vínculo feudal entre señor y vasallo, jurando obedecer estrictamente todas las leyes sogunales.

Se estableció, además, una serie de códigos legales para regular las propiedades de los daimios e imponerles normas de conducta, matrimonios, vestimenta, etc. Aunque en la práctica los daimios no pagaban impuestos, se les exigía regularmente una serie de contribuciones para proyectos públicos o de tipo militar o logístico. Así, las aportaciones que fortalecían a los Tokugawa debilitaban económicamente a los daimios en la misma medida. Lo que anteriormente habían sido feudos militares se transformaron en unidades de administración local.

Ieyasu categorizaría a los daimios en tres tipos: los shinpan-daimyō, que eran los reconocidos como parientes del sogún Tokugawa; los fudai-daimyō, que eran aquellos que habían sido aliados de los Tokugawa antes de la batalla de Sekigahara, y los tozama-daimyō, que eran los daimios que fueron enemigos de los Tokugawa en la época de las guerras civiles, pero que finalmente acataron su rendición. La creación de la primera clase de daimio mencionada tenía como objetivo principal proporcionar un heredero al sogunato si fuera necesario.

Por su parte, el término «samurái»​ se utiliza generalmente para designar una gran variedad de guerreros del antiguo Japón. Se regían por el bushidō, un código ético cuyos siete principios o «virtudes» son Gi (Justicia o Rectitud), Yu (Coraje), Jin (Compasión), Rei (Respeto, cortesía), Makoto (Honestidad, sinceridad absoluta), Meiyo (Honor) y Chugi (Lealtad). Realmente, el bushidō trascendía el mero «código samurái», pasando a ser una descripción de una forma de vida, un conjunto de principios​ que preparan a un hombre o a una mujer para pelear sin perder su humanidad, y para dirigir y comandar sin perder el contacto con los valores básicos.

El momento cumbre del samurái tuvo lugar durante el período Sengoku, una época de gran inestabilidad y continuas luchas de poder entre los distintos clanes existentes conocida también como «período de los estados en guerra». Con todo, desde el momento en que se estableció el sogunato Tokugawa, se inició un proceso para despojar del estatus social y legal a la clase samurái.​ Durante este período, la mayoría de los samuráis perdieron la posesión directa de las tierras y se les plantearon dos opciones: dejar las armas y convertirse en campesinos o trasladarse a la ciudad principal de su feudo y convertirse en sirvientes a sueldo del daimio. Sólo algunos pocos samuráis permanecieron en las provincias exteriores del norte como vasallos directos del sogún.

En este contexto, algunos samuráis se convirtieron en agricultores, artesanos o comerciantes. Otros pasarían a ser rōnin, al carecer de un amo al que servir. Como dato de culturilla general, uno de los más famosos rōnin fue Miyamoto Musashi. Muchos otros samuráis se embarcaron en el tráfico, contrabando y robo de mercancías en los puertos y en alta mar. Es por ello que las quejas hacia la figura de los samuráis durante este período fueron frecuentes.

En el año de 1650, el sogunato expidió una ley con la cual se prohibían los duelos entre los samuráis.​ Cuarenta años más tarde, se prohibió formalmente la práctica de las diferentes artes marciales.​

Persecución del cristianismo

El cristianismo, que había aparecido con la llegada de los exploradores portugueses en 1543, fue visto por el sogunato como una amenaza social y política que podía acabar con el régimen.

En 1606, Ieyasu autorizó los primeros decretos anticristianos; en 1610, expulsó a todos los misioneros españoles y portugueses y, finalmente, en 1614 proclamó el Edicto de Expulsión de Cristianos, que prohibió toda actividad cristiana en el país. En consecuencia, muchos japoneses cristianos huyeron a las colonias en Filipinas.

Entre finales de 1637 y principios de 1638, se da en la península de Shimabara y las islas Amakusa la Rebelión Shimabara, conflicto en que samuráis católicos y campesinos se enfrentaron a sus gobiernos feudales y el gobierno central. Se calcula que allí unos 37 000 rebeldes y simpatizantes fueron masacrados.

Sakoku

Traducido literalmente como «aislamiento», el sakoku fue una política de relaciones exteriores del sogunato Tokugawa que, básicamente, dejó apartado a Japón del resto del mundo.

En 1633 se prohíbe el viaje interoceánico, limitando la entrada de naves extranjeras en el puerto de Nagasaki e imponiendo a las naves japonesas la obtención de una certificación. Los japoneses que se encuentran en el extranjero no tienen permitido volver a su país de origen, y los que ya se encuentran en Japón tampoco pueden salir de allí, so pena de muerte. 

En 1638, la comunidad portuguesa es desplazada a la isla de Dejima, cerca de Nagasaki, para ser deportada al año siguiente. Los holandeses también son confinados a este mismo lugar tres años más tarde. Sólo se mantienen los puestos comerciales de la Compañía de las Indias Holandesas en Dejima y los comerciantes chinos establecidos en Nagasaki. No obstante, las actividades que se desarrollaban en la isla eran muy restringidas y estaban bajo vigilancia continua del sogunato. En 1639 se prohibió la entrada al país de naves portuguesas.

Esta situación de aislamiento duraría hasta 1853, momento en que se inicia el bakumatsu, período de declive del sogunato Tokugawa que abarca hasta el año 1867, aproximadamente. El suceso que marcó el comienzo de dicho período fue la llegada del comodoro Matthew C. Perry, que arribó a la bahía de Edo con varios buques de guerra. Este exigió enérgicamente la apertura de Japón a barcos estadounidenses en el plazo de un año y amenazó con acciones militares al sogunato si este no se avenía a ello. A pesar de la vigencia de la política de sakoku y de que algunos daimio estaban dispuestos a luchar contra los extranjeros, el sogunato observó con preocupación la superioridad tecnológica de los buques de Estados Unidos, y prefirió por ello firmar el Tratado de Kanagawa en 1854, que abrió los puertos de Shimoda y Hakodate al comercio con Norteamérica, garantizando la seguridad de náufragos estadounidenses y estableciendo un cónsul permanente.

Cultura

Durante el sogunato Tokugawa nacieron nuevas expresiones culturales: el teatro , que devino en una forma de entretenimiento para los samuráis y la nobleza; el teatro kabuki, similar al y el favorito de las clases populares, con representaciones de hechos históricos; el bunraku (teatro de marionetas), y las pinturas ukiyo-e. Con este crecimiento cultural, en los centros urbanos se establecieron distritos de «diversión» donde se encontraban locales de entretenimiento tales como teatros, casas de té y prostíbulos.

La gran ola de Kanagawa, del pintor especialista en ukiyo-e, Katsushika Hokusai

Otra expresión cultural dada en esta época fue la rangaku o escuela holandesa, un corpus de conocimiento desarrollado en Japón mediante el seguimiento y vigilancia estrecha de los neerlandeses tolerados en el asentamiento de Dejima. Fue el método mediante el cual Japón se mantuvo al corriente de la tecnología y medicina occidentales durante el período de sakoku.

Argumento

Japón, período Edo. Jin y Mugen serán ejecutados al alba por desobediencia —y asesinato— a la autoridad. Contra todo pronóstico, Fuu, sin cobijo por culpa de que un hombre a quien Mugen había rebanado un brazo prendió fuego a la casa de té donde ella trabajaba, los ayuda a salir del apuro.

Sintiéndose en posición de exigir algún favor a los dos prófugos, Fuu saca una moneda y hace una apuesta: si sale cara, Jin y Mugen serán libres de ir cada uno por su lado; si sale cruz, además de prometer no matarse entre ellos dos, se verán moralmente obligados a acompañarla y protegerla en un viaje cuya meta es tan clara como difusa: encontrar a un samurái que huele a girasoles.

Sale cara, pero Jin y Mugen, que en ese momento sólo piensan en salir pitando de allí, no lo sabrán hasta el final de la travesía. Así da comienzo la aventura de nuestros tres protagonistas. 

Jin (izquierda) y Mugen (derecha), momento previo a la apuesta con Fuu

Protagonistas

Fuu


Adolescente quinceañera, la más charlatana, glotona y extrovertida del trío. Dondequiera que vaya, lo más probable es que la secuestren y que Jin y Mugen acaben rescatándola. La suele acompañar Momo, su ardilla voladora. Le agrada ser objeto de deseo masculino —en #11: Gamblers and Gallantry se pregunta: «¿Por qué [Jin] necesita otra mujer si yo estoy aquí?», y en #15: Bogus Booty reclama: «Mira que ir [Jin y Mugen] al Distrito Rojo teniéndome a mí...»—, aunque solamente consigue llamar la atención de los personajes más peculiares con los que se encuentran. Coqueta como ella sola, uno de sus mayores temores es no «morir siendo bella» (|#16: Lullabies of the Lost (Verse 1)). Pero, a pesar de esta faceta superficial, Fuu se muestra más madura y empática que Jin y, sobre todo, Mugen, al tratar de comprender qué ha llevado a cada quien a tomar tales o cuales decisiones en su vida.

Fuu con Oniwakamaru, «ogro» de cuyos traumas se aprovecha Sasaki Ryujiro para utilizarlo como asesino

Inicialmente, otra de las preocupaciones que constantemente rondan por su cabeza tiene que ver con la «elección» de Jin y Mugen como guardaespaldas y compañeros de viaje. No traen más que problemas, según ella. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo irá encariñándose con ellos, entristeciéndose y asustándose por igual ante el pensamiento de que la travesía llegue a su fin. «Cuando hablamos en frente del fuego fue realmente divertido. Deseé que ese momento no acabara. Pero de repente sentí miedo. ¿Qué pasaría cuando tuviera que separarme de todo el mundo? Sentí que había estado dependiendo demasiado tiempo de Mugen y Jin. ¿Estaría bien sola después del viaje?» (#24: Evanescent Encounter (Part 1)).

En lo que respecta al pasado de Fuu, de su mano sólo sabemos que vivió con su madre desde pequeña. Creía que su padre había muerto, pero su madre, antes de morir, le confesó que este aún estaba vivo en algún lugar. Impotente al no comprender por qué su padre las había abandonado e incapaz de perdonarlo por ello, se juró a sí misma que lo encontraría y le pegaría una colleja de parte de su madre, quien no llegó a decir una palabra mala de él. De todas maneras, admite que no fue hasta que Jin y Mugen aparecieron en su vida que se lanzó por fin a dar el paso para ir en busca de su padre.

Con todo, la historia de su padre, «el samurái que huele a girasoles», es algo más compleja de lo que Fuu cree. Este hombre, de nombre Seizo Kasumi, fue uno de los que lideraron la Rebelión Shimabara. Como ya sabemos, el sogunato sofocó las protestas de manera implacable, y asesinó a todo rebelde que capturara. Afortunadamente, Seizo logró escapar, pero se vio en la necesidad de apartarse de su familia con el fin de protegerla. Desde aquel momento pasó a ser «el hombre al que más desea ver muerto el sogunato» (#24: Evanescent Encounter (Part 1)).

Cabaña de Seizo Kasumi y su ayudante, en la Isla Ikitsuki

Fuu conoce la verdad al llegar a la Isla Ikitsuki, donde su padre, muy enfermo ya, se llevaba resguardando todo este tiempo junto con un anciano que lo cuida. Apenas le cuenta a Seizo todo lo que sufrió con su madre, llega a la cabaña Kariya Kagetoki, un samurái de élite a sueldo del sogunato Tokugawa que acaba con su vida. Seizo acepta su muerte sin mayor problema, no sin antes dedicar unas últimas palabras de perdón a su hija.

Mugen


En palabras de Fuu, «un rufián con cabello rebelde» (#12: The Disorder Diaries); en las de Jin, «the lowest of the low» (#1: Tempestuous Temperaments). Analfabeto, mujeriego y temperamental, parece que nada va con él, y solamente despierta de su estado de sudapollismo cuando se topa con algún adversario digno con el que batirse en duelo. De hecho, en #12: The Disorder Diaries, cuando cada uno de nuestros protagonistas cuenta a un monje sus más profundas preocupaciones, Mugen se limita a decir que quiere «ser más fuerte»Su estilo de lucha, según Jin, es «ineficiente» e «indisciplinado» (#1: Tempestuous Temperaments); pelea haciendo break dance, básicamente.

Es natural de las Islas Ryūkyū, pertenecientes al Reino de Ryūkyū. Por tanto, por aquel entonces, Mugen, al igual que todos los ryukyuenses, no era considerado japonés —sus habitantes pasarían a serlo en el año 1879, cuando se da la anexión oficial de las islas y la abolición del reino por parte de Japón—. Al menos en la versión histórica de Samurai Champloo, las Islas Ryūkyū servían de colonia para todo tipo de criminales; allí Mugen conocería a Mukuro y a Koza, hermanastra de este último. Con ellos pasaría su niñez y adolescencia.

Un buen día, Mukuro le propone asaltar un barco y llevarse el botín, a lo que Mugen accede. Sin embargo, en medio de la faena, nuestro rufián descubre que Mukuro sólo quería aprovecharse de él, utilizarlo para el ataque y no ayudarle lo más mínimo a pelear y escapar de allí. Así, los oficiales del Gobierno lo capturan y lo sentencian a muerte.

Momento previo a la orden de ejecución de Mugen. Escondidos tras los arbustos, Koza y Mukuro

A pesar de la gravedad de la situación que está viviendo, Mugen no se doblega : «Can you speed it up? Life here is pretty much a living hell, anyway», responde al «Have you got any last words?» de los oficiales (#13: Misguided Miscreants (Part 1)). Con todo, fiel a sus propias convicciones, decide que será él mismo quien ponga fin a su propia vida; ha vivido sin la ayuda de nadie, y sin la ayuda de nadie morirá. Acto seguido, maniatado y con una pícara sonrisa de lado a lado, se lanza por el acantilado. Sorprendentemente, logra sobrevivir. Desde entonces, vagabundeará sin rumbo hasta llegar a la casa de té donde trabaja Fuu.

Muerte de Ishimatsu a manos de Mugen. Ishimatsu servía de guardaespaldas de los Kawara Yakuza, a quienes abandonó por los Nagatomi Yakuza; no por convicciones, sino porque la primera banda iba ser desbancada por la segunda y «no hay solución». Mugen le reprocha esta actitud, y finalmente Ishimatsu asesina al líder Rikiei Nagatomi. Siguiendo el bushidō y al haber deshonrado a su clan inicial, decide «pagar por lo que ha hecho» y se bate en duelo con Mugen. Acepta su muerte con alivio (#4: Hellhounds for Hire (Part 2))

Es así como se forja la personalidad de Mugen. Sara, la ciega que toca el samisén y que trabaja como asesina a sueldo del sogunato, leerá acertadamente su corazón: «Powerful hatred and rage swirl within you. They are so powerful that I can't tell wether or not it's actually sadness. It's as if you've never been loved by anyone» (#21: Elegy of Entrapment (Verse 2)). Apátrida y sin vínculos afectivos de ningún tipo, Mugen no querrá depender de nadie que no sea él mismo, y se considerará amo y señor de todo lo que pase en su vida. En consonancia con esto último, no soportará a aquellos individuos que, por muy penosa que sea su situación vital, se excusen en un «no hay solución» para evitar actuar —pensamiento muy frecuente en los personajes secundarios de Samurai Champloo— y, para bien o para mal, tomar así las riendas de su vida.

En realidad, esta conducta que tanto detesta no es más que un reflejo de la suya propia. Siempre le acompañará aquello que Mukuro le recuerda más adelante: «Don't tell me that you've forgotten about it, abot the darkness you've got in that soul of yours. In the end, my friend, you and me are just a couple of cursed men. There will never be a place for us to run to» (#13: Misguided Miscreants (Part 1)).

Ese «más adelante» que menciono es cuando Mugen está viajando ya con Jin y Fuu, y en una playa se encuentra con Koza y Mukuro y sus piratas. Koza llora de felicidad al ver que Mugen aún sigue con vida, y Mukuro le propone participar en un nuevo saqueo. Entiendo que, aceptando su triste destino, Mugen accede a lo que, para variar, no es más que otro plan de Mukuro para utilizarlo para llevarse él y sus hombres el botín y mandar a Mugen al olvido del fondo del océano.

Koza, Jin y Fuu al ver a lo lejos la explosión de la barca donde iba Mugen

Koza, haciendo como que no sabía que se trataba de una nueva traición por parte de su hermanastro, después de ver que la barca en la que iba Mugen vuela en mil pedazos, pide a Jin que mate a Mukuro, y así lo hace el rōnin. De lo que nadie se había percatado era que Koza, en sus ansias de desmarcarse de todo lo relacionado con Mukuro y el mundo de la piratería, había engañado hábilmente a todos. A sabiendas de que Mugen —de quien estaba enamorada— se había negado a escapar con ella lejos de allí, se arrima a Shiren, de la banda de Mukuro. Su plan era, de alguna manera, acabar con Mukuro y, ya con el botín en su posesión, huir con Shiren e iniciar una nueva vida.

Autoconsolándose con un «no había otra manera de actuar» de los que no le gustan nada a Mugen, Koza se dirige junto con Shiren al lugar donde se encuentra el botín recientemente arrebatado. Con lo que no contaba era que Mugen no habría muerto en la explosión y, menos aún, que se cruzaría nuevamente en su camino, literalmente. Shiren lo ataca, Mugen responde rebanándolo de arriba abajo sin detener su marcha dolorida y pasa por al lado de Koza como si no existiera, ignorando sus desgarrados llantos de «Mátame, por favor».

Koza tenía un objetivo claro: alejarse; para ello, había aceptado incluso sacrificar a Mugen, para ella una persona  muy importante. Ahora se hallaba completamente sola —sin Mukuro, Shiren y Mugen—, y con un futuro negro alquitrán por delante.

Mugen, por su parte, seguirá su camino habiendo cerrado por completo aquella parte de su vida. Pero todavía tendrá que enfrentarse a su pasado una vez más, de camino a y en la Isla Ikitsuki. En su primer ataque con Mukuro, hirió de gravedad a los hermanos Umanosuke, Denkibou y Toube, quienes desde aquel día tendrían como único objetivo vital acabar con Mugen del modo más tormentoso posible para él.

Mugen, después de asesinar a Denkibou y antes de enfrentarse a Umanosuke

Jin


Rōnin de melena recogida, con anteojos de adorno y mirada perdida. Callado y aparentemente estoico y sereno, Jin es la personificación del bushidō en tiempos de decadencia de la figura del samurái, y lo acribillarán, por activa y por pasiva, con un «Tu tiempo ya ha pasado» constante. Tiene un fuerte sentido del deber, el honor y la justicia, como ya se deja entrever en el primer episodio, al sermonear a unos guerreros cuyo señor está humillando públicamente a un aldeano: «To serve your lord and do his bidding... Is that honor? Even if that lord is a piece-of-shit nobody? Is that what you spent all those years honing your skills for?» (#1: Tempestuous Temperaments).

También se puede apreciar que Jin solamente se mueve por causas nobles en #3: Hellhounds for Hire (Part 1), cuando se hace guardaespaldas temporal de una familia a la que los Nagatomi Yakuza han arruinado, o en #11: Gamblers and Gallantry, cuando salva del suicidio y libera del prostíbulo y de su marido ludópata a Shino, mujer de la que se enamoraría al instante. Cierto es que, a pesar de su aparente empatía por las mujeres prostituidas, posteriormente Jin no tendrá reparo en acudir a burdeles junto con Mugen.

Jin, después de liberar a Shino

Con todo, Jin no dejará de darle una o dos vueltas a varios de los conceptos que tiene tan enraizados en su forma de ser: en #12: The Disorder Diaries, por ejemplo, trata de entender que «la gente nace libre; no nace para seguir unas reglas. La libertad no es algo que se gane con privaciones o extralimitaciones. No importa la condición social o el trabajo, no tiene ninguna conexión. Aceptarte como eres y vivir como se supone que debes vivir, eso es la libertad», aunque esto que le dice el monje contradiga «el deber de un guerrero». 

Como cuenta a Mugen y Fuu en #24: Evanescent Encounter (Part 1), Jin perdió a sus padres siendo joven, y seguidamente ingresó en el dojo de Enshiro Mariya, quien sería su maestro. En este centro entrenaba sin descanso; ninguno de sus compañeros podía batirse de igual a igual con él, y ello supuso que lo temieran y envidiaran por igual. Cuanto más se adiestraba, más fuerte se volvía y más se alimentaba este sentimiento por parte de sus compañeros, lo que lo alejaba de ellos y, como la pescadilla que se muerde la cola, hacía que Jin se refugiara aún más en su estricto entrenamiento. La única amistad real que floreció en aquella época sería la de Yukimaru, a quien consideraría un hermano.

Al cumplir Jin los dieciocho, Enshiro Mariya le informó acerca de su decisión de poner el dojo al servicio de Kariya Kagetoki, lo que equivalía a ponerlo al servicio del sogunato. Ya no es el «período de los estados en guerra», las escuelas de artes marciales están en declive y, en esencia, «no hay otra opción». Jin no entiende que su maestro le pida que simplemente acepte la situación. Le reprocha: «You're going to turn Mujishin Kenjutsu —el arte marcial que se imparte en el dojo— into a band of assasins? Are you telling me to walk the path of darkness?».

Ante esta reacción de Jin, Kariya Kagetoki no deja más opción a Enshiro Mariya que asesinar a su pupilo favorito mientras descansa. Cuando llega el día, Jin despierta justo en el momento antes de que la espada de su maestro lo atraviese y, en un acto de autodefensa, lo hiere de muerte. Enshiro Mariya, orgulloso de las habilidades de Jin, se despide para siempre. Al final de la travesía, en #25: Evanescent Encounter (Part 2), cuando Jin se enfrenta a Kariya Kagetoki, «el perro del sogunato» continúa excusándose: «In this day and age, do you think that a man can live by his sword skills alone?».

Jin, después de haber asesinado a su maestro

«I was on the road ever since that day [el día en que arrebató la vida a su maestro], traveling in search of something. But even I had no idea what it was what I was searching for. It may be that I was simply running away» (#24: Evanescent Encounter (Part 1)). También desde entonces adquiriría cierto renombre, y varios de sus antiguos compañeros —entre ellos, Yukimaru, ante quien admitiría: «Puede que ya esté muerto»— y otros rōnin intentarán acabar con él, unos para vengar a Enshiro Mariya y otros para ser ellos quienes ganen fama por salir victoriosos frente a un guerrero del calibre de Jin.

Jin, después de abatir a Yukimaru

Como ya se ha mencionado anteriormente, Jin finalmente se bate en duelo con Kariya Kagetoki, a quien considera directamente culpable de gran parte de sus males. Casi como si esto se tratara de una redonda novela heroica con final feliz, Jin acaba con él, justamente, haciendo uso de una técnica que le enseñó tiempo atrás su hoy difunto maestro.

Jin, momento previo a batirse en duelo con Kariya Kagetoki por segunda vez

Opinión personal: final y comentario general

Momento en que Jin reaparece para salvar a Fuu de Kariya Kagetoki

Quizás al haber hablado de cada personaje por separado, el final del anime no ha quedado demasiado claro, así que lo resumo a continuación. Mugen salva a Fuu de las garras de los hermanos Umanosuke, Denkibou y Toube, y la deja ir en busca de su padre, «el samurái que huele a girasoles». Poco después de verlo Fuu, Kariya Kagetoki llega a la cabaña. Asesina a Seizo Kasumi y pasa a perseguirla a ella, pero Jin irrumpe en escena y la rescata.

Con la conciencia tranquila tras haberse asegurado de que Fuu ha logrado conocer al «samurái que huele a girasoles», Mugen y Jin pueden ya retomar su desafío. En su primera y única embestida, sus espadas se quiebran. Ambos ríen y caen tendidos en el suelo.

Momento previo a la breve lucha entre Mugen y Jin

Duermen en la cabaña de Seizo en la Isla Ikitsuki por una semana. Al despertar, Mugen confiesa: «Up until now, whenever I met somebody who was tougher than me, I couldn't rest until I'd killed that guy. But now... I dont feel like killing you at all» Jin contesta: «I, too, feel as I've finally found what I've been searching for all this time. I have been alone my entire life. You are the first friends I have ever made». Fuu y el anciano entran y les dan algo para comer. Mientras Mugen y Jin devoran sus platos de arroz, aquella los observa con los ojos de una madre, con una mezcla entre nostalgia y profundo afecto.

Mugen, Fuu, Jin y el anciano en la cabaña

Cuando Mugen y Jin ya se han recuperado por completo, los tres salen de allí, listos para despedirse definitivamente el uno del otro. Antes de tomar nuestros protagonistas caminos separados, Fuu confiesa a sus queridos guardaespaldas que aquel primer día salió cara, por lo que, realmente, no tendrían que haberla acompañado en la travesía. «What did we even come on this trip for?», replica Mugen, pero, en el fondo, tanto él como Jin y Fuu saben la respuesta. Es aquí donde se plasma, de manera clara y explícita, el argumento, la enseñanza de Samurai Champloo: la meta de encontrar al «samurái que huele a girasoles» nunca fue lo primordial; el viaje, el camino en sí, es la recompensa (Shinichiro Watanabe: la huella del pasado, de petercarter). Esta idea viene reforzada por diversos momentos en el anime: por ejemplo, cuando Shino va como clienta al puesto donde Jin está trabajando y, ante la ineptitud de este como cocinero, acaba por ser ella quien toma las riendas del negocio. Al finalizar su inesperada jornada laboral, piensa en alto: «Hey, wait a minute. I didn't come here to work» (#11: Gamblers and Gallantry), pero, realmente, se siente agradecida por haber pasado una tarde espléndida con Jin, y más sabiendo que al día siguiente ingresará en el burdel y que esas habrán sido sus últimas horas en libertad. No hay meta, no hay propósito. Como afirmaba Tomás en La insoportable levedad del ser de Kundera, «[...] No tengo ninguna misión. Nadie tiene ninguna misión. Y es un gran alivio [...]».

Mugen, Fuu y Jin, momentos antes de despedirse

Este hermoso viaje concluye con las tiernas palabras de Fuu: «Well, bye! I hope we meet again». Es en este momento cuando uno echa la vista atrás, concretamente, al final del noveno episodio (#9: Beatbox Bandits), cuando un por entonces novato oficial de bajo rango del Gobierno que trabajaba en el punto de control de la frontera de Hakone pregunta al aire, a un Mugen distante, si aún recuerda las aventuras de aquel día treinta años más tarde, allá donde esté. Y bien, ¿qué será de Mugen? ¿Se habrá reunido con Yatsuha, la mujer que quedó enamorada de él y que prometió ir a buscarlo cuando sus viajes hubieran terminado, allá por el capítulo 15 (#15: Bogus Booty)? ¿Se habrá reencontrado con Jin y Fuu? ¿Estará vivo acaso? No sabemos nada a este respecto, pero lo que sí es seguro es que, tanto él como Jin y Fuu, durante aquella temporada que pasaron juntos, cambiaron por completo.

Al igual que Cowboy Bebop, en Samurai Champloo se utiliza el pasado como «punto de partida y recurrente generador de conflictos», como se menciona nuevamente en el vídeo de petercarter. Mugen comparte con Spike un pasado criminal, y ambos acaban por confrontarlo tarde o temprano. La diferencia fundamental entre estos dos personajes, que a su vez encierra la de los dos animes, es que, mientras Spike «vuelve a sus caminos de autoservicio», Mugen «se redime mediante el autosacrificio», ofreciendo voluntariamente su vida por la de Fuu; «mientras Spike yace sin vida en su propia sangre, Mugen emerge vivo de su terrible experiencia» (Saving Spike: El diálogo entre Cowboy Bebop y Samurai Champloo). Así, en general, «lo que comenzó como una vida de egoísmo [...] evoluciona lentamente hacia una de bondad y calidez».

Con todo, esta visión tan alegre que envuelve finalmente a los protagonistas choca sobremanera con el sinfín de desgracias con las que estos se van topando por el camino y que Samurai Champloo relata de manera cruda y realista, pese a la fugacidad tanto del anime como de sus propios episodios. En ellos abundan, sobre todo, personajes que, empujados por sus circunstancias vitales, se han visto forzados a actuar de una manera «innoble» o «despreciable»; en esencia, de un modo en el que no actuarían bajo condiciones normales. Entre los ejemplos más destacados, se encuentran los siguientes: en #5: Artistic Anarchy, al artista de ukiyo-e Hishikawa Moronobu no le es posible ganarse la vida como pintor, por lo que trabajará en una organización de tráfico de esclavos aprovechando su talento para realizar retratos de jóvenes, que servirán de escaparate para quien las quiera comprar; en #7: A Risky Racket, Shinsuke se adentra en negocios turbios con el propósito de conseguir dinero para el tratamiento de su madre enferma, resultando asesinado finalmente; y, en #21: Elegy of Entrapment (Verse 2), descubrimos que Sara lucha contra Jin y Mugen porque el sogunato la estaba amenazando con terminar con la vida de su hijo.

Sara, a la sombra de su kasa

Además de todas estas situaciones, también se tratan de manera ejemplar temas como el drama del mundo de la prostitución o la posición de debilidad y sumisión en la que se encuentran las familias ante las autoridades u organizaciones que ostentan el poder en determinadas aldeas y que parecen operar al margen de la ley (los Nagatomi Yakuza, en #3: Hellhounds for Hire (Part 1)).

Shino, en su primer día como prostituta

Se dan anacronismos constantemente, y la historia se altera de una manera muy particular y divertida, como puede verse al contar que la inspiración de Van Gogh para pintar girasoles vino del artista de ukiyo-e de #5: Artistic Anarchy, o que el establecimiento de relaciones comerciales entre los estadounidenses y los japoneses vino mediado por un partido de béisbol (#23 Baseball Blues). 

Cráter de #23: Cosmic Collisions

Por último, mención especial a la banda sonora. Si hay algo que me encandiló de Samurai Champloo ya desde su primer capítulo fue lo bien que funciona la incorporación del hip hop —género musical relativamente moderno— en el Japón del período Edo. Y no sólo es que funcione bien, sino que, personalmente, pienso que es esta mezcla de elementos aparentemente tan opuestos lo que dota de una esencia única y armoniosa a este anime.

Cuatro álbumes son los que componen la banda sonora de Samurai ChamplooMasta, Playlist, Departure e Impression. Entre los artistas que en ellos participan se encuentran Nujabes (Jun Seba), Force of Nature, Tsuchie y Fat Jon. Además de estos, otros como Shing02 y Minmi colaboran, por ejemplo, en los maravillosos opening y ending del anime, respectivamente.

De Tsuchie, mis temas favoritos son «Pretending to...»«I sighed»«You»«Thank You»«Fly» «Deeper Than Words»; de Force of Nature, los tensos y enérgicos «Silver Children», «Sneak Chamber» y «The Million Way of Drum», también «Just Forget», tema cuya base toma prestada Kadesh Flow para dar vida a la increíble «Vagabond Swag», y «Hiji Zuru Style»; de Fat Jon, «624 Part 1» y «Ask»; de Nujabes, «Sactuary Ship», «1st Samurai», «The Space Between Two World», «Aruarian Dance» y «Mystline». Sumadas a todas estas canciones, hay algunas otras que no figuran en ninguno de los cuatro álbumes de la banda sonora oficial de Samurai Champloo, pero que son igualmente mágicas: «Counting Stars» de Nujabes, «Your Purpose» de Fat Jon, «San Francisco» de Midicronica y «Yui's Love», de Redpestbeats.

Son muchos y muy variados los sonidos que estos artistas regalan a Samurai Champloo, pero los que más me llegaron al corazón fueron los de Nujabes, considerado uno de los padres del lo-fi hip hop. Nada más terminar de ver el anime, me dediqué como un poseso a escuchar todo lo que este DJ japonés había producido. Di con Feather, mi canción favorita aún a día de hoy, y descubrí que el precioso álbum de Luv(Sic) Hexalogy se finalizó post mortem gracias a Shing02, amigo y colaborador de Nujabes, ya que el joven DJ falleció en un accidente de tráfico en 2010.

De izquierda a derecha, Verbal Ambush, Substantial y Nujabes

El hallazgo de la muerte prematura de Nujabes, sumado a los sentimientos que despertaba en mí su música, no hizo más que envolver su propia figura y la de Samurai Champloo en un aura cuasimística, lo que hace que cada vez que reveo el anime me revuelva la nostalgia no sé de qué, la esperanza no sé de qué.

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